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FACTORÍAS LITERARIAS VALDETÉ

QUE ME LLAMEN POR MI NOMBRE

¡Buenas, pariguales palabras, potenciales decodificadores! Sin más. Me estoy presentando. Hablo, pero no debiera. Me usan para hablar. Me llaman bisexual, aunque soy asexual. Lo dicen, porque puedo hacerlo de hombres y mujeres. En el principio fui monosémica, pero hace ya que soy polisémica. Incluso soy homónima. Tengo dos etimologías diferentes. Puedo ser buena o mala. Depende a lo que me dediques. Tengo qe ver con la M. ¡Bueno!, ya está bien de parlar de mí. Más adelante me identificaréis. Ahora os iré contando historias de mí, de otros. Me voya a convertir al mismo tiempo en narradora, expositora, descriptora, argumentadora... ¡Cómo me gusta!

Inicio parte de mi historia, quizá de tu historia. A toda persona, cuando nace, se le inscribe en el Registro Civil. Allí queda asentada con un nombre y los apellidos de sus progenitores. A partir de ese momento el resto de los ciudadanos, al dirigirse a ella, la nombrarán por el nombre o por los apellidos. Este es el uso normal. De esta forma se cumple lo establecido en la Declaración de los Derechos del Niño proclamada por esa entidad tan importante: la Asamblea General de la ONU, que en su resolución 1386 (XIV), de 20 de noviembre de 1959,en su Principio 3 establece:

El niño tiene derecho desde su nacimiento a un nombre y a una nacionalidad.

Sin embargo, la realidad es muy otra. Y es que en los pueblos españoles - y el de la que escribe no es una excepción- a muchas personas y en muchas situaciones se les designa por el mote o apodo. Forma parte de nuestra cultura tanto entre adultos como entre jóvenes. Ya en aquellos siglos oscuros, nada menos que el XIII, en una de las primeras obras que tuvieran como lengua el castellano, Vida de Santo Domingo de Silos, de Gonzalo de Berceo, me usaron (era y sigo siendo polisémica) en mi peor acepción, la de ’dicho satírico y criticante’:

"Dávanli a las vezes feridas con açotes,

Lo que más li pesava, udiendo malos motes,

Ca llamávanlos canes, ereges e arlotes" (holgazán, brivón).

Ya he hecho acto de presencia. Antes de proseguir, te diré de dónde vengo y con qué significado me utilizan en el uso coloquial. Mote, esa soy yo, (del prov. o fr. mot, palabra, dicho) es un sustantivo masculino que tiene varias acepciones (carácter polisémico). En la primera de ellas y la que ahora te interesa significa <<sobrenombre que se da a una persona por una cualidad o condición suya>>. Según dicha definición, en principio, no tengo por qué ser peyorativa, aunque, como veremos más adelante, en la mayoría de los casos sí me hacen serlo.

Más historias. En 1870 se implantó el registro civil en España. Esta instauración de formas legales de identificación familiar e individual podría haber acabado con las formas de identificación popular anteriores, que llamaremos "motes" y que tenían como objetivo reconocer al individuo dentro de la comunidad en la que vivía, pero no fue así; ni siquiera se eliminaron los que tenían sentido irónico u ofensivo. A veces, siguen cumpliendo una misión de identificación fundamental, puesto que hay apellidos tan extendidos, tan comunes, que ya no sirven para reconocer fácilmente a una persona o familia.

Los motes, en muchas ocasiones, son hereditarios. En la antigüedad, hubo gran número de motes que fueron pasando de una generación a otra y se convirtieron en los apellidos que hoy conocemos: Zapatero, Caminero, Carpintero, Barquero, Herreros, Panadero, etc. También en la actualidad existen motes familiares que pasaron de una generación a otra. Motes o apodos que en muchos casos vienen a sustituir en la actualidad al nombre original; familias enteras que son conocidas por el apodo y que en varias ocasiones se desconoce la identificación personal. En muchos pueblos, las gentes de dichas localidades se conocen entre ellos, no por apellidos, sino por apodos o motes, que han heredado de sus progenitores, o de los progenitores de sus progenitores y así sucesivamente: los paleros, los cucos, los morrutas, los cheles, las chulas, los juanleones, etc.

Yo sé que en la mayoría de los casos –no en todos, como veremos más adelante- se podría afirmar que la gente no quiere que se la conozca por un sobrenombre. Tienen bastante con el nombre. Y hay veces en las que el individuo rebautizado vive totalmente feliz, pensando que los demás se refieren a él por su verdadero nombre, cuando realmente, a espaldas, le llaman por el alias. Pero, como suele pasar a menudo, acaba enterándose porque algún despistadillo, que no conoce la clandestinidad del alias, termina metiendo la pata diciéndole: ¿cómo está usted, señor Botejara? Por eso, hay días en los que uno se pregunta si la gente le llama de alguna manera especial y él, inocente, no sabe nada. En esto, es bueno sospechar para no llevarse sorpresas. Sospecha, sospecha, y en esto acertarás.

!Y qué decir de mis inventores, de mis padres! Pues que hay sujetos que tienen una notable capacidad para inventar sobrenombres, rebautizar sin piedad a todos sus amigos y conocidos, eligiendo para ellos los más inverosímiles apodos. Se diría que es uno de sus oficios. En ocasiones, un único individuo es el responsable de una buen aparte de los motes, por ejemplo, de una de esas clases del isti donde tanto me vapulean. Sin embargo, muchos motes no se sabe ni se sabrá nunca de dónde provienen o quién fue el primero en utilizarlos, aunque hay casos raros, como el de los que se inventan motes para ellos mismos (y no hablamos del chat de moda, por si alguien se le ocurre hacerme la gracia). Al respecto, he leído el caso de un atolondrado compañero de trabajo que quería que le llamaran Michael Jordan, como a su hermano., sin llegar a rizar el rizo como los que creen tener varias personalidades y las apodan. Tal es el caso de un exseminarista, otro antiguo compañero, quien afirmaba que poseía dos personalidades, una llamada Cura, amable y educada (su estado natural perfeccionado con el trabajo esmerilador de los profes) y otra, cuyo nombre era Bestia Parda, muy agresiva y que se manifestaba cuando tenía que defenderse de agresiones físicas o verbales, y que no llegó a dominar y le llevó a su expulsión del seminario. Pero este tío iba más lejos, decía que se sentía seguro porque Bestia Parda acaba apareciendo en los momentos más difíciles para defenderlo (supongo que se refería al ataque de una banda de ninjas o al de una banda multicultural de esas que hay ahora).

También me llaman segundo bautismo, y tengo en el origen muy diversas causas y presento diferentes formas. Veamos unas cuantas.

· Por similitud física o psíquica a un personaje famoso (Natalia la Schwarzenegger, Nefertitis).

· Por el oficio que desempeña o que desearía tener (Maxi Panadero).

· Por el negocio que regenta (Turbounisex, así llaman al mariquita dueño de la floreciente Peluquería Turbounisex, situada a dos manzanas de mi casa).

· Por semejanza a un animal o a una cosa (Zorro Plateado).

· Por parecido a otra persona del barrio que también tiene mote (Falso Oso).

· Por herencia (me llaman Floripondio, como a mi padre).

· Irónicos (Pedrito Culturista, aplicado a un tipo enclenque).

· De uso exclusivo en el ámbito de la pareja (Osito de Peluche).

· Sobrenombres absurdos que suenan a marginal y parecen sacados del cine quinqui español de los años 80 (Piru, Jemo, Chacu).

· Por el lugar de origen (Zamorano, Leónes, Vasco)

· Por un defecto físico (El cojo, el vizco, el manquín)

· Por una cualidad (El trepa, el empollón, el pelotas, la hormiga atómica)

· Por el lugar donde vivía la familia (El Casasola, El de Los Millares, La de La Cuesta...)

· Y un largo etcétera.

Ahora un poco de morfología. Comúnmente soy sustantivo (p. ej.: nombres de animales y oficios), pero también soy más complejo (sustantivo+adjetivo, verbo+sustantivo, etc.): Quemasangres, Quevasingorralcampo, Quirico, Quico. Y luego están las variantes, caso a caso: motes que se aplican a toda una familia, que pueden heredarse, que se emplean en singular y en plural, con posibles cambios de género, que admiten o no artículo, que se pueden combinar con esos baúles como "tío", "tía", "jambo", "jamba"...

¿Y en el mundo estudiantil qué pasa? Pues que me han incluido en su cultura como algo consustancial y de uso ordinario, con lo que no me respetan ni respetan. El derecho de los estudiantes a ser llamados por su nombre es igual que el del resto de los individuos. Sin embargo, no se cumple, a pesar de estar amparados por los derechos del niño antes citado y por los ESTATUTOS EUROPEOS PARA LOS CENTROS EDUCATIVOS DEMOCRÁTICO SIN VIOLENCIA, que en su artículo 4 establece:

Todos tienen derechos a ser tratados y respetados por igual con independencia de sus características personales (sexo, raza, religión, etc.)

Cedamos la voz ahora al experto. Que yo ya voy cansada. No me quiero atribuir lo que no es mío. En los motes que usan los escolares se podría establecer un doble grupo: el de los que los utilizan para llamarse entre ellos, y por tanto son aceptados por el grupo y no resultan denostadores (conozco un grupo de chicas que entre ellas se llaman la peli, la sardina, la bla, la rubia, la pija, etc.) y el de los que los utilizan para vilipendiar a los demás (maltrato verbal). Estos forman parte del acoso escolar, que hoy está presente en las aulas. Se podría afirmar que este es su inicio, que continúa en en el maltrato físico, abuso sexual, maltrato social, maltrato indirecto, etc. Según algunos estudios, uno de cada cuatro alumnos españoles sufre violencia física o psíquica. Y dentro de ese maltrato en las aulas destaca, con diferencia, ser llamado por un mote (en un 14% de los casos). A cierta distancia, se encuentran comportamientos como "reírse cuando uno se equivoca" (8,9%), que "no te hablen" (8,5%), ser insultado (8%) o ser acusado de cosas que no has dicho o hecho (6,9%). Se observa que frente al mito comúnmente aceptado de que la violencia escolar era básicamente una violencia física la realidad de la violencia entre los estudiantes es mucho más social y psicológica que física. La intimidación, coacción, agresiones físicas existen y causan daños. Sin embargo, son las formas de exclusión social basadas en ningunear, no dejar participar, ridiculizar, poner motes, reírse de alguien cuando se equivoca, hacer correr rumores a sus espaldas, indisponer a los compañeros contra la víctima, las que además de ser más frecuentes, producen mayores tasas de estrés postraumático entre las víctimas. Contrariamente a lo que pudiera pensarse, las formas de acoso psicológico, exclusión social y humillación verbal son mucho más lesivas para los estudiantes. Son las que están detrás de los índices más graves de ideación suicida entre los niños.

Motes como el empollón, el pelotas, el rastrero, el besa culos, etc., están directamente relacionados con la actividad estudiantil y se aplica con fin vejatorio, amén de otro rosario de motes basados en los físico (el gordo, el fideo, el feo), en su forma de vestir y comportarse (el badana, la meona), en el color de la piel (el negro), etc. Aún más, el carácter malvado del matón, del motejador, se pone de manifiesto en los complementos que le añade como, por ejemplo, cuando se le llama empollón de mierda, negro de mierda, tonto del culo, etc.

La esperanza blanca en materia de prevención de la violencia escolar es ese 24% de casos de acoso donde los que intervienen para cortar la violencia son los mismos compañeros de la víctima. Se trata de fomentar entre los estudiantes los comportamientos de solidaridad en favor de las víctimas y del señalamiento de los comportamientos de acosos de forma temprana como inaceptables, indebidos y causantes de daños para muchas personas. Los protocolos de buen trato significan un compromiso colectivo e individual de aquellas clases que los adoptan de no trivializar y banalizar las collejas, empujones, los gritos, los insultos, los motes, la ridiculización de los demás... y de proteger desde el principio aquellos que puedan resultar víctimas, encarando a los autores como desviantes de la norma que cada uno de los grupos se ha dado para apostar por el buen trato en las aulas. Los adultos tenemos que facilitar un proceso de autodeterminación que los niños suelen estar deseando emprender por sí mismos. Los niños son los mejores agentes de cambio social en materia de violencia escolar.

En una sociedad en la que ha pasado a formar parte de su cultura el mote, sobre todo el vilipendiador, es difícil erradicarlo, pero no por ello se debe cejar en la lucha contra tal vergonzante actuación hasta terminar con ella. Más aún: si el motejar es el inicio de la violencia escolar, que puede finalizar en el suicidio, luchemos contra ello para que no se llegue a otros grados de violencia más nocivos para los estudiantes. Reivindiquemos que nos llamen por nuestro nombre, que nos respeten. No a la violencia verbal. No a cualquier tipo de violencia. ¡Los motejadores fuera del aula!

Para saber más

MOREU-REY, Enric,

Antroponimia: història dels nostres prenoms, cognorus i renoyns, Universidad de Barcelona, Barcelona, 1993.

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