Blogia

FACTORÍAS LITERARIAS VALDETÉ

CONTROL DE VISITAS

Foros GratisHostingphp nukeAnuncios Clasificados GratisLibreria

LEÓN TAMBIÉN ES QUIJOTE

Magisterio en convertir
la realidad en literatura

Una lectura atenta de la obra cervantina nos revela a un Cervantes buen conocedor de la realidad histórico-social y literaria española de su tiempo

El cuarto centenario de la publicación de la primera parte de El Quijote en 1605 ha generado un aluvión de actividades de todo tipo, que tienen como epicentro la inmortal obra cervantina: reediciones, nuevas ediciones, congresos, conferencias, exposiciones, lecturas públicas, publicaciones varias, concursos, exposiciones, rutas quijotescas y un largo etcétera. Se podría decir que raro es el día en que los medios de comunicación no dan cuenta de algún evento cervantino o insertan algún artículo al respecto, como si se hubiera descubierto ahora la valía de una obra universal, más admirada que leída.

Ahora que nos hallamos ya en el ocaso de las celebraciones, nosotros tampoco queremos obviar el evento y sí realizar el homenaje que se merece Cervantes y su Quijote, aunque el mejor reconocimiento sea la lectura y el estudio de la obra que año tras año le dedican los bachilleres y postbachilleres españoles y todos aquellos que en el mundo lo leen para disfrute o estudio. Ese es el gran homenaje, el de todos los días, para una novela que es escuela de saber, de vida y medio de solaz literario para los lectores.

Antes de comenzar con el núcleo de este artículo tres breves reflexiones sobre cuestiones nimias, pero que producen perplejidad, y que quizá hagan realidad aquello de que los árboles no nos dejan ver el bosque y que comenzamos la casa por el tejado. Como antes he dicho, mucha…mucha celebración, mucha indagación, mucha especulación, pero de lectura ¿qué? Pues realmente poco, poco (lo dicen las encuestas y la realidad). Si no, pregunten. ¿Y en el conocimiento de Cervantes hemos avanzado? Muy poco o casi nada. Dos anécdotas. Muy extendido está el apodo con el que se le conoce: . Pero saben ustedes la mayoría lo que piensa sobre este asunto: que Cervantes había perdido una mano o unbrazo en la célebre batalla el día 7 de octubre de 1571. La realidad es que le quedó inútil como consecuencia de uno de los tres arcabuzazos que recibió (dos en el pecho y uno en la mano izquierda), pero no que le fuera amputa. La segunda: el apellido. En los manuales al autor de El Quijote se le nomina como Miguel de Cervantes Saavedra. Su madre era Leonor de Cortinas. ¿Cómo, pues, el segundo apellido? Sencillamente porque Cervantes se le cambió por el de Saavedra, tomado de uno de sus antepasados lejanos (Lo utiliza por primera vez en 1590, cuando contaba con 43 años, en la solicitud al Consejo de Indias de un oficio en el Nuevo Mundo como recompensa a los servicios que había prestado a la Corona. No tuvo premio).

Ahora ya entramos en el meollo. La finalidad no es otra que reunir en un solo texto las noticias dispersas que el alcalaíno (aunque algunos le hagan leonés de origen) da de León y su provincia y que convierte en materia literaria. En esta novela, Miguel de Cervantes da muestras de conocer bien la realidad española que le tocó vivir y sufrir, y fruto de ese conocimiento son las referencias históricas o pseudohistóricas y literarias que hablan de León.

La primera de ellas tiene como protagonista a Bernardo del Carpio, vencedor de Roldán en Roncesvalles, lo que le convirtió en paradigma de héroe nacional en el romancero y en otras obras como el poema épico Historia de las hazañas y hechos del invencible caballero Bernardo del Carpio (1585) de Agustín Alonso, que el cura y el barbero no salvaron del fuego en el (I, 6). Dice el cura: . El propio Cervantes había proyectado escribir una novela cuyo protagonista fuera el héroe leonés (hijo de doña Ximena, hermana de Alfonso el Casto, y de Sancho Saldaña, criado en el castillo de Luna), tal como lo anuncia en la dedicatoria de El Persiles a don Pedro Fernando de Castro, pero que la muerte le impidió llevar a cabo. Para don Quijote es uno de sus héroes preferidos (I, 1), hecho que se rememora en I, 26 y II, 32. Para el canónigo, en conversación con don Quijote sobre héroes de , no hay duda de que el héroe leonés fue personaje histórico (historicidad que hasta el siglo XVIII fue discutida, negada o admitida) como lo fue Rodrigo Díaz de Vivar, pero sí cuestiona alguna de las hazañas que se le atribuyen: (I, 49).

Derrotado don Quijote por la realidad y enjaulado, regresa a casa sobre una carreta de bueyes (I, 49). El canónigo, en el trayecto, lo intenta volver a la cordura y para ello le insta a que deje de leer libros de caballerías, repletos de mentiras, y que alimente su lectura con las hazañas de personajes reales . Después de citar una serie de ellos (Viriato, César, Aníbal, Alejandro Magno, Fernán González, Garcilaso, etc.) le responde don Quijote con otra serie de casos legendarios y ficticios recordados en las historias (Amadís, Héctor, Aquiles, Los Doce Pares, el rey Artús, Tristán, Iseo, Ginebra, Lanzarote, etc.), añadiendo a continuación varios héroes del siglo XV entre los que cita al caballero leonés Suero de Quiñones y su : (I, 49). Este, junto con otros nueve caballeros, con permiso de Juan II, para honra de su dama, desafió a cuantos caballeros estuvieran dispuestos (hasta 300) y en el plazo de un mes a no permitirles el paso sobre el puente del río Órbigo en la localidad de Hospital (León). A la cita acudieron caballeros de España, Portugal, Francia, Italia, Bretaña y Alemania, en número de 68, a todos los cuales vencieron, como lo cuenta fray Juan de Pineda en el Libro del paso honroso defendido por el excelente caballero Suero de Quiñones (1588).

Una de las novelas cortas intercaladas en la primera parte de El Quijote es la historia del capitán cautivo Ruy Pérez de Viedma (especie de “alter ego” del propio Cervantes), narrada en los capítulos 39 a 41. Así se inicia el relato: (I, 39). El leonés cuenta su odisea a los presentes en la venta de Palomeque: soldado en Flandes, partícipe en Lepanto, hecho prisionero y llevado a Constantinopla, cautivo en Argel, evadido y llegado a España gracias a la ayuda de la mora Zoraida. Finalizada la historia, y ya en el capítulo 41, llegan a la venta al oscurecer un coche con algunos hombres a caballo. Entre ellos llega un oidor (juez o magistrado de las Audiencias nombrado por el Rey) acompañado de su hija Clara de dieciséis años. Se llama Juan Pérez de Viedma. Va camino de las Indias a la Audiencia de México. Cenando le informan que allí está hospedado un cautivo que se llama Ruy Pérez de Viedma, . Al oír el nombre se da cuenta de que se trata de su hermano. A continuación se produce el encuentro después de muchos años sin haberse visto. Es este uno de los episodios más ambiguos de la primera parte de El Quijote, que ha dado lugar a diversas interpretaciones y que se ha convertido en la base fundamental sobre la que sustentan sus teorías quienes defienden que Cervantes era leonés (entre otras teorías, en Sajambre corre la tradición de que de ahí era el capitán cautivo), sin percatarse de que esta novelita (la autobiografía de soldados era uno de los géneros narrativos menores de los siglos XVI y XVII) es una mezcla de materiales históricos y autobiográficos con ficticios y poéticos, o lo que es lo mismo, confunden historia con literatura. A través de su lectura se observará que el eje semántico se ha desplazado desde las aventuras de don Quijote y Sancho hacia la batalla de Lepanto y sus consecuencias. Se pasa revista a la política mediterránea de España, con especial mención a los fallos estratégicos y militares. Cervantes está utilizando este pasaje de El Quijote, como hace constantemente, para que sus personajes hagan y digan lo que a él le hubiera gustado hacer y decir, pero que la realidad política de su tiempo le impedía.

Tres referencias literarias tienen como sujeto a escritores leoneses. Aparecen en el famoso escrutinio de la biblioteca de don Quijote (I, 6 y 7). La primera de ellas, condenada al fuego, es la novela de caballería Don Olivante de Lauria. Se trata de una novela suelta, es decir, no pertenece a ningún ciclo de caballería, que se califica de “tonel”, publicada en Barcelona en 1564 con el significativo título caballeresco de Historia del invencible caballero don Olivante de Lauria, príncipe de Macedonia, que por sus admirables hazañas vino a ser emperador de Constantinopla. Su autor es el astorgano Antonio de Torquemada (h. 1507-1569), de quien Cervantes también cita su Jardín de flores curiosas, obra en la que el alcalaíno bebió para componer su Persiles. Más adelante (I, 20), en la aventura de los batanes, don Quijote menciona al protagonista don Olivante como uno de los caballeros cuyas hazañas está llamado él a superar: .

La tercera de las obras citadas por Cervantes en El Quijote, y que también envía al fuego (I, 7), aunque no es novela caballeresca, sino poema épico, es Primera y segunda parte de El León de España (1586) de Pedro de la Vecilla, nacido en León en la segunda mitad del S. XVI. La obra aborda la fundación de León, el martirio de San Marcelo y sus hijos y la vida de otros santos leoneses.

La última de las presencias leonesas en El Quijote tiene que ver con Sayago (Zamora) y con su habla, el sayagués. Sayago es una comarca zamorana, ubicada entre el Duero y el Tormes. En el siglo XVI era zona ganadera y de pastores. El salmantino Juan del Encina utilizó el sayagués para hacer hablar a los pastores de sus obras dramáticas, caracterizándolos como personajes toscos, rudos, sin cultura, por sus solecismos lingüísticos. Más tarde, esta habla se convertirá en el paradigma del medio de expresión de los rústicos en el teatro, es decir, se convierte dicho uso en un tópico. Cervantes, buen conocedor de la literatura de su tiempo (como lo puso de manifiesto en el Viaje del Parnaso), a buen seguro que conocía este hecho y así lo utilizará. Cuando don Quijote confunde a una labradora con su idealizada Dulcinea del Toboso y la ve tal cual es –fea-, dice que es cosa de encantamiento la degradación experimentada por su amada. Así se lo cuenta a los duques recurriendo al tópico del que vengo hablando: (II, 32).

Uno de los rasgos de la idiosincrasia lingüística de Sancho es la rusticidad de su habla y una de sus manifestaciones son las prevaricaciones idiomáticas. Así, cuando don Quijote le reprende porque dice que nadie le entiende, el bueno de Sancho le responde que no se comporte como de sus dichos, a lo que don Quijote le responde que debe decir y le califica como . Sancho le argumenta con dos modelos de habla del siglo XVI, el rústico y el elegante: (II, 19).

Pero ¿qué relación tiene el sayagués con el leonés? Se le considera al primero como el leonés que todavía se hablaba en esta zona zamorana en los siglos XVI y XVII. Sin embargo, la cuestión es más compleja, ya que, como muy bien ha estudiado Humberto López Morales, los elementos que componen esta forma de expresión (el sayagués) son múltiples y de muy variada importancia. Señala arcaísmos y vulgarismos castellanos, latinismos arrusticados, leonesismos, léxico festivo, galleguismos y lusismos. Un todo abigarrado del que forma parte el leonés. Por tanto, la ecuación sayagués=leonés no es correcta. No obstante, hay quien cita algunas palabras como leonesismos. Entre estas he visto publicadas (robustez) y (manoseada). Ambas son castellanas. Las que sí pudieran explicarse por influencia del leonés-sayagués son (por ), <<ñudos>> (por ), , y añudemos>>, ya que en leonés se produce la palatización inicial de /l/ y /n/.

Dejemos la influencia leonesa en El Quijote en su justa medida y digamos que su origen es literario. Cervantes nos da referencias de León que se deben a su acervo cultural, sin que se necesite presuponer un origen leonés ni su presencia en tierras leonesas.

Cierren estas notas a modo de recapitulación las palabras de García Cárcel: .

¡Que se estudie, difunda, venda, utilice, manipule El Quijote! Pero ante todo, ¡que se lea!

QUE ME LLAMEN POR MI NOMBRE

¡Buenas, pariguales palabras, potenciales decodificadores! Sin más. Me estoy presentando. Hablo, pero no debiera. Me usan para hablar. Me llaman bisexual, aunque soy asexual. Lo dicen, porque puedo hacerlo de hombres y mujeres. En el principio fui monosémica, pero hace ya que soy polisémica. Incluso soy homónima. Tengo dos etimologías diferentes. Puedo ser buena o mala. Depende a lo que me dediques. Tengo qe ver con la M. ¡Bueno!, ya está bien de parlar de mí. Más adelante me identificaréis. Ahora os iré contando historias de mí, de otros. Me voya a convertir al mismo tiempo en narradora, expositora, descriptora, argumentadora... ¡Cómo me gusta!

Inicio parte de mi historia, quizá de tu historia. A toda persona, cuando nace, se le inscribe en el Registro Civil. Allí queda asentada con un nombre y los apellidos de sus progenitores. A partir de ese momento el resto de los ciudadanos, al dirigirse a ella, la nombrarán por el nombre o por los apellidos. Este es el uso normal. De esta forma se cumple lo establecido en la Declaración de los Derechos del Niño proclamada por esa entidad tan importante: la Asamblea General de la ONU, que en su resolución 1386 (XIV), de 20 de noviembre de 1959,en su Principio 3 establece:

El niño tiene derecho desde su nacimiento a un nombre y a una nacionalidad.

Sin embargo, la realidad es muy otra. Y es que en los pueblos españoles - y el de la que escribe no es una excepción- a muchas personas y en muchas situaciones se les designa por el mote o apodo. Forma parte de nuestra cultura tanto entre adultos como entre jóvenes. Ya en aquellos siglos oscuros, nada menos que el XIII, en una de las primeras obras que tuvieran como lengua el castellano, Vida de Santo Domingo de Silos, de Gonzalo de Berceo, me usaron (era y sigo siendo polisémica) en mi peor acepción, la de ’dicho satírico y criticante’:

"Dávanli a las vezes feridas con açotes,

Lo que más li pesava, udiendo malos motes,

Ca llamávanlos canes, ereges e arlotes" (holgazán, brivón).

Ya he hecho acto de presencia. Antes de proseguir, te diré de dónde vengo y con qué significado me utilizan en el uso coloquial. Mote, esa soy yo, (del prov. o fr. mot, palabra, dicho) es un sustantivo masculino que tiene varias acepciones (carácter polisémico). En la primera de ellas y la que ahora te interesa significa <<sobrenombre que se da a una persona por una cualidad o condición suya>>. Según dicha definición, en principio, no tengo por qué ser peyorativa, aunque, como veremos más adelante, en la mayoría de los casos sí me hacen serlo.

Más historias. En 1870 se implantó el registro civil en España. Esta instauración de formas legales de identificación familiar e individual podría haber acabado con las formas de identificación popular anteriores, que llamaremos "motes" y que tenían como objetivo reconocer al individuo dentro de la comunidad en la que vivía, pero no fue así; ni siquiera se eliminaron los que tenían sentido irónico u ofensivo. A veces, siguen cumpliendo una misión de identificación fundamental, puesto que hay apellidos tan extendidos, tan comunes, que ya no sirven para reconocer fácilmente a una persona o familia.

Los motes, en muchas ocasiones, son hereditarios. En la antigüedad, hubo gran número de motes que fueron pasando de una generación a otra y se convirtieron en los apellidos que hoy conocemos: Zapatero, Caminero, Carpintero, Barquero, Herreros, Panadero, etc. También en la actualidad existen motes familiares que pasaron de una generación a otra. Motes o apodos que en muchos casos vienen a sustituir en la actualidad al nombre original; familias enteras que son conocidas por el apodo y que en varias ocasiones se desconoce la identificación personal. En muchos pueblos, las gentes de dichas localidades se conocen entre ellos, no por apellidos, sino por apodos o motes, que han heredado de sus progenitores, o de los progenitores de sus progenitores y así sucesivamente: los paleros, los cucos, los morrutas, los cheles, las chulas, los juanleones, etc.

Yo sé que en la mayoría de los casos –no en todos, como veremos más adelante- se podría afirmar que la gente no quiere que se la conozca por un sobrenombre. Tienen bastante con el nombre. Y hay veces en las que el individuo rebautizado vive totalmente feliz, pensando que los demás se refieren a él por su verdadero nombre, cuando realmente, a espaldas, le llaman por el alias. Pero, como suele pasar a menudo, acaba enterándose porque algún despistadillo, que no conoce la clandestinidad del alias, termina metiendo la pata diciéndole: ¿cómo está usted, señor Botejara? Por eso, hay días en los que uno se pregunta si la gente le llama de alguna manera especial y él, inocente, no sabe nada. En esto, es bueno sospechar para no llevarse sorpresas. Sospecha, sospecha, y en esto acertarás.

!Y qué decir de mis inventores, de mis padres! Pues que hay sujetos que tienen una notable capacidad para inventar sobrenombres, rebautizar sin piedad a todos sus amigos y conocidos, eligiendo para ellos los más inverosímiles apodos. Se diría que es uno de sus oficios. En ocasiones, un único individuo es el responsable de una buen aparte de los motes, por ejemplo, de una de esas clases del isti donde tanto me vapulean. Sin embargo, muchos motes no se sabe ni se sabrá nunca de dónde provienen o quién fue el primero en utilizarlos, aunque hay casos raros, como el de los que se inventan motes para ellos mismos (y no hablamos del chat de moda, por si alguien se le ocurre hacerme la gracia). Al respecto, he leído el caso de un atolondrado compañero de trabajo que quería que le llamaran Michael Jordan, como a su hermano., sin llegar a rizar el rizo como los que creen tener varias personalidades y las apodan. Tal es el caso de un exseminarista, otro antiguo compañero, quien afirmaba que poseía dos personalidades, una llamada Cura, amable y educada (su estado natural perfeccionado con el trabajo esmerilador de los profes) y otra, cuyo nombre era Bestia Parda, muy agresiva y que se manifestaba cuando tenía que defenderse de agresiones físicas o verbales, y que no llegó a dominar y le llevó a su expulsión del seminario. Pero este tío iba más lejos, decía que se sentía seguro porque Bestia Parda acaba apareciendo en los momentos más difíciles para defenderlo (supongo que se refería al ataque de una banda de ninjas o al de una banda multicultural de esas que hay ahora).

También me llaman segundo bautismo, y tengo en el origen muy diversas causas y presento diferentes formas. Veamos unas cuantas.

· Por similitud física o psíquica a un personaje famoso (Natalia la Schwarzenegger, Nefertitis).

· Por el oficio que desempeña o que desearía tener (Maxi Panadero).

· Por el negocio que regenta (Turbounisex, así llaman al mariquita dueño de la floreciente Peluquería Turbounisex, situada a dos manzanas de mi casa).

· Por semejanza a un animal o a una cosa (Zorro Plateado).

· Por parecido a otra persona del barrio que también tiene mote (Falso Oso).

· Por herencia (me llaman Floripondio, como a mi padre).

· Irónicos (Pedrito Culturista, aplicado a un tipo enclenque).

· De uso exclusivo en el ámbito de la pareja (Osito de Peluche).

· Sobrenombres absurdos que suenan a marginal y parecen sacados del cine quinqui español de los años 80 (Piru, Jemo, Chacu).

· Por el lugar de origen (Zamorano, Leónes, Vasco)

· Por un defecto físico (El cojo, el vizco, el manquín)

· Por una cualidad (El trepa, el empollón, el pelotas, la hormiga atómica)

· Por el lugar donde vivía la familia (El Casasola, El de Los Millares, La de La Cuesta...)

· Y un largo etcétera.

Ahora un poco de morfología. Comúnmente soy sustantivo (p. ej.: nombres de animales y oficios), pero también soy más complejo (sustantivo+adjetivo, verbo+sustantivo, etc.): Quemasangres, Quevasingorralcampo, Quirico, Quico. Y luego están las variantes, caso a caso: motes que se aplican a toda una familia, que pueden heredarse, que se emplean en singular y en plural, con posibles cambios de género, que admiten o no artículo, que se pueden combinar con esos baúles como "tío", "tía", "jambo", "jamba"...

¿Y en el mundo estudiantil qué pasa? Pues que me han incluido en su cultura como algo consustancial y de uso ordinario, con lo que no me respetan ni respetan. El derecho de los estudiantes a ser llamados por su nombre es igual que el del resto de los individuos. Sin embargo, no se cumple, a pesar de estar amparados por los derechos del niño antes citado y por los ESTATUTOS EUROPEOS PARA LOS CENTROS EDUCATIVOS DEMOCRÁTICO SIN VIOLENCIA, que en su artículo 4 establece:

Todos tienen derechos a ser tratados y respetados por igual con independencia de sus características personales (sexo, raza, religión, etc.)

Cedamos la voz ahora al experto. Que yo ya voy cansada. No me quiero atribuir lo que no es mío. En los motes que usan los escolares se podría establecer un doble grupo: el de los que los utilizan para llamarse entre ellos, y por tanto son aceptados por el grupo y no resultan denostadores (conozco un grupo de chicas que entre ellas se llaman la peli, la sardina, la bla, la rubia, la pija, etc.) y el de los que los utilizan para vilipendiar a los demás (maltrato verbal). Estos forman parte del acoso escolar, que hoy está presente en las aulas. Se podría afirmar que este es su inicio, que continúa en en el maltrato físico, abuso sexual, maltrato social, maltrato indirecto, etc. Según algunos estudios, uno de cada cuatro alumnos españoles sufre violencia física o psíquica. Y dentro de ese maltrato en las aulas destaca, con diferencia, ser llamado por un mote (en un 14% de los casos). A cierta distancia, se encuentran comportamientos como "reírse cuando uno se equivoca" (8,9%), que "no te hablen" (8,5%), ser insultado (8%) o ser acusado de cosas que no has dicho o hecho (6,9%). Se observa que frente al mito comúnmente aceptado de que la violencia escolar era básicamente una violencia física la realidad de la violencia entre los estudiantes es mucho más social y psicológica que física. La intimidación, coacción, agresiones físicas existen y causan daños. Sin embargo, son las formas de exclusión social basadas en ningunear, no dejar participar, ridiculizar, poner motes, reírse de alguien cuando se equivoca, hacer correr rumores a sus espaldas, indisponer a los compañeros contra la víctima, las que además de ser más frecuentes, producen mayores tasas de estrés postraumático entre las víctimas. Contrariamente a lo que pudiera pensarse, las formas de acoso psicológico, exclusión social y humillación verbal son mucho más lesivas para los estudiantes. Son las que están detrás de los índices más graves de ideación suicida entre los niños.

Motes como el empollón, el pelotas, el rastrero, el besa culos, etc., están directamente relacionados con la actividad estudiantil y se aplica con fin vejatorio, amén de otro rosario de motes basados en los físico (el gordo, el fideo, el feo), en su forma de vestir y comportarse (el badana, la meona), en el color de la piel (el negro), etc. Aún más, el carácter malvado del matón, del motejador, se pone de manifiesto en los complementos que le añade como, por ejemplo, cuando se le llama empollón de mierda, negro de mierda, tonto del culo, etc.

La esperanza blanca en materia de prevención de la violencia escolar es ese 24% de casos de acoso donde los que intervienen para cortar la violencia son los mismos compañeros de la víctima. Se trata de fomentar entre los estudiantes los comportamientos de solidaridad en favor de las víctimas y del señalamiento de los comportamientos de acosos de forma temprana como inaceptables, indebidos y causantes de daños para muchas personas. Los protocolos de buen trato significan un compromiso colectivo e individual de aquellas clases que los adoptan de no trivializar y banalizar las collejas, empujones, los gritos, los insultos, los motes, la ridiculización de los demás... y de proteger desde el principio aquellos que puedan resultar víctimas, encarando a los autores como desviantes de la norma que cada uno de los grupos se ha dado para apostar por el buen trato en las aulas. Los adultos tenemos que facilitar un proceso de autodeterminación que los niños suelen estar deseando emprender por sí mismos. Los niños son los mejores agentes de cambio social en materia de violencia escolar.

En una sociedad en la que ha pasado a formar parte de su cultura el mote, sobre todo el vilipendiador, es difícil erradicarlo, pero no por ello se debe cejar en la lucha contra tal vergonzante actuación hasta terminar con ella. Más aún: si el motejar es el inicio de la violencia escolar, que puede finalizar en el suicidio, luchemos contra ello para que no se llegue a otros grados de violencia más nocivos para los estudiantes. Reivindiquemos que nos llamen por nuestro nombre, que nos respeten. No a la violencia verbal. No a cualquier tipo de violencia. ¡Los motejadores fuera del aula!

Para saber más

MOREU-REY, Enric,

Antroponimia: història dels nostres prenoms, cognorus i renoyns, Universidad de Barcelona, Barcelona, 1993.